Ya se adentraban los cristales opacos
por el sendero de humos y carnívoras celdas.
De la tarde
solo caían cenizas que crispaban el aire y los pinceles
pintando una costra irídea por las cicatrices
de mis nubes y de tus risas.
Ya casi se había mudado esta herida de rumbo
y aun así merodeaba en silencio un dolor tierno y asesino,
volátil y penitente,
un dolor asqueroso y dulce,
un dolor aferrado al trapecio de mis uñas
balanceándose homicida ante tu llanto.
Ya se escaseaban las flores y el musgo
donde mis rastros de fiel hombre
untaban mi silueta en harapos de felonía.
-las llegadas tarde hasta tu penumbra-
Ven,
me dije cuantas veces
múdate con todo(máscara y huesos) a esa habitación
que hay detrás de esos ojos inquisidores y fugaces,
pélvicos y efímeros.
Y mira de nuevo, cuando nos abren la puerta.
porque en la mirada se guarda la mas irrespondible pregunta.
Reno, Nevada.
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Jose Joel Rios
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